"Las respuestas que uno quiere / van en lenguas que no lee". Estos dos versos de la canción There Goes Johnny -"And the answers that you need / are in a language you can't read"- las escribió Kevin Ayers, pero el traductor Miguel Martínez-Lage las incluyó como versos de su único libro, digamos, propio: La coz en el tintero (Alfama, 2009). Consciente de que toda versión es eso, una versión, el poeta tenía una alternativa: "Y las abstrusas respuestas que arañas / están escritas en lenguas extrañas". Martínez-Lage, de 49 años, fue encontrado muerto ayer en su casa de Almería. A falta de que se hagan públicos los datos de la autopsia, se especula con que un infarto o un derrame fueron la causa de la muerte.
Con Martínez-Lage desaparece uno de los traductores de referencia de la literatura escrita en inglés. Los que han leído en la lengua de Cervantes títulos como Desgracia, Cosmópolis o Alta fidelidad estaban escuchando tanto su voz como las de J. M. Coetzee, Don DeLillo o Nick Hornby.
Al traductor navarro (nació en Pamplona en 1961), el mayor reconocimiento le llegó en 2008 cuando recibió el Premio Nacional de Traducción por su versión de Vida de Samuel Johnson, de James Boswell, publicada el año anterior por la editorial Acantilado. Poco después de que se le concediera el galardón, declaró a este periódico que cada generación debe acometer su propia versión de los clásicos: "El original no envejece pero la traducción, sí".
Las casi 2.000 páginas de su boswell ocuparon a Martínez-Lage durante seis años, pero no agotaron sus energías. Al año siguiente publicó una nueva versión de ¡Absalón, Absalón! (La otra orilla), de Faulkner, una de sus debilidades junto a Virginia Woolf, Samuel Beckett o el citado Coetzee. "Faulkner se traduce de maravilla y con enorme facilidad, por sí solo, si se sabe cómo", escribió. "Basta con ponerse a su servicio, como uno haría con un enemigo más poderoso que él, a cuyas filas se pasa, como buen traidor, sin renunciar, jamás, a sus propias armas, a su bagaje". El mundo editorial español quedó ayer conmocionado por la muerte inesperada de uno de sus traductores más carismáticos. Gracias a él, y tal vez sin saber siquiera que existió, miles de lectores pueden seguir encontrando las respuestas que necesitan. Aunque estén escritas en lenguas que no pueden leer.
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS El País
lunes, 2 de mayo de 2011
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