La nueva novela de Eduardo Iriarte, Ya falta menos para
ayer, se publicará en Libros del Arga el próximo 3 de marzo. El pasado 1 de
enero, se activó el blog de la novela y hoy, 2 de febrero, el autor nos habla de
este nuevo texto, empezando por su paradójico título.
—Ya falta menos para ayer es ante todo
una novela generacional. Transcurre a caballo entre 1985 y la actualidad, y es
por tanto un ejercicio de memoria, un salto sin red al pasado, un constante
regreso a lo que el protagonista y narrador cree que ocurrió pero,
paulatinamente, va descubriendo que no ocurrió, o no ocurrió como él llevaba
años creyendo.
—Se habla en esta novela del recuerdo como laberinto, casi
como trampa.
—Sí, y también del recuerdo como mentira piadosa para intentar que
cicatricen las heridas propias de la juventud.
De todas maneras, lo que me interesaba era explorar el recuerdo
como herramienta, experimentar, como experimenta el narrador, esa sensación de
redescubrimiento de un lugar y una época. Cuando uno se ausenta durante mucho
tiempo y luego vuelve, la riqueza de detalle que encuentra es
pasmosa.
Quería
que el lector tuviera, a través de los ojos del narrador, esa mirada de quien es
forastero y autóctono al mismo tiempo. Y, puesto que es una novela de regreso a
las raíces, una novela de crisis, quería que el lector padeciera esa
incertidumbre que caracteriza la búsqueda de un personaje desubicado.
—Por edad y procedencia, las similitudes entre el
protagonista y el autor son evidentes. ¿Estamos ante una novela
autobiográfica?
—Creo que un autor debe recurrir a la experiencia propia y dotarla
de significado con el fin, o al menos con la esperanza, de que sirva de algo al
lector. Dicho esto, me parece que, si bien he recurrido a experiencias
personales de mi primera juventud, no se puede hablar de un texto autobiográfico
por lo que a los hechos se refiere. Mi familia, por fortuna, tiene poco que ver
con la que aparece en la novela, como tampoco guardan mucho parecido las
amistades que tenía en Pamplona en aquellos tiempos. En Ya falta menos para ayer se habla de los
temas que me obsesionan y afloran en mis novelas: la vuelta a casa, o mejor
dicho, la imposibilidad de volver, la culpa, la regeneración o la expiación de
los errores cometidos, pero eso no quiere decir que los acontecimientos de la
trama coincidan en absoluto con mis vivencias.
Lo que sí he procurado reflejar es el ambiente de la ciudad, los
factores que influyeron en nuestra educación y nuestra manera de ser, he
intentado plasmar la experiencia de ser un «chaval» en la Pamplona de aquellos
años; he querido, en suma, hacer un homenaje a una época y una generación que,
de resultas de la droga, la depresión u otras lacras, dejó a muchos en la
cuneta.
De
todos modos, en palabras Jonathan Franzen: «Las únicas páginas que merece la
pena conservar son aquellas que te muestran como
eres».
—La ciudad, Pamplona, tiene tanto peso en la novela que no
es un telón de fondo sino que deviene un personaje más.
—Cierto. Pamplona en pleno apogeo, durante los Sanfermines. En esta
historia, la ubicación se convierte en una parte activa tanto en el crimen como
en su resolución, y en el transcurso de la trama se van revelando sus enigmas e
idiosincrasias.
La
elección de los Sanfermines como momento en que transcurre la narración no es
fortuita. Estas fiestas son una de las experiencias más intensas que puede vivir
un joven, y suponen además un vínculo que permite entrar en contacto a todos los
personajes de la novela. De todos modos, he procurado dar una imagen de los
Sanfermines alejada por completo de los tópicos, ofreciendo una visión de las
fiestas desde sus márgenes, una opción que tal vez algunos no compartan. Pero es
precisamente la diversidad lo que hace de los Sanfermines unas grandes
fiestas.
—Hemingway ya hizo un retrato icónico de los Sanfermines en
Fiesta.
—Sí.
Es imposible profundizar en los Sanfermines sin hacer referencia a Hemingway
porque ayudó a conformar la imagen que tenemos de ese acontecimiento. Pero Fiesta está a punto de cumplir un siglo,
y al releerla sentí la necesidad de darle réplica, de hacer una revisión, una
puesta al día que desterrara viejos tópicos o, por ejemplo, relegara la
tauromaquia al lugar que ocupa en la verdadera vivencia de las fiestas para mi
generación y las posteriores.
—Aunque Ya falta
menos para ayer es una novela más «abierta», por así decirlo, que otras
anteriores, se observa esa voluntad de estilo que caracteriza su escritura.
Aparte del mencionado Hemingway, ¿qué más autores han influido en esta
novela?
—No sé
si el estilo de Hemingway ha impregnado esta novela. Supongo que siguen
persiguiéndome las influencias de siempre: Ian McEwan, por ejemplo, Javier
Marías o John Banville. Lo que sí tenía claro desde el principio era que quería
aplicar la seriedad, la rigurosidad de la escritura británica a un tema y un
escenario tan eminentemente navarros; quería adoptar una actitud respetuosa,
alejada del tono burlón, a veces incluso paródico, con que muchas veces se
abordan estas fiestas.
—¿Tiene que ver el tratamiento que ha hecho del problema
vasco con ese afán de rigurosidad?
—Imagino que sí. Eso no
fue una elección. Sencillamente vi sobre la marcha que no se podía hacer un
fresco exhaustivo de Pamplona en los años ochenta sin ahondar en temas como el
terrorismo, la represión y las consecuencias que ese clima tuvo a nivel personal
en todos aquellos que lo vivieron.
—El protagonista llega a decir, refiriéndose a la situación
política de aquellos tiempos: «Yo tomé parte activa en esa pasividad». ¿No es
una confesión un tanto extrema?
Al
llegar a cierto punto de la trama, vi el peso que tenía la culpa, en este caso
colectiva, en los distintos personajes. Ya
falta menos para ayer es una novela sobre la violencia, sobre la crueldad,
ya sea en la familia, en la fiesta o en la calle, una novela sobre cómo una
generación se las ingenió, con mejor o peor suerte, para asimilar esa violencia,
hacerla propia y sobrellevarla.
—Cambiando de tercio, llama la atención que haya optado por
publicar esta novela en formato digital.
—Esa decisión la he tomado por dos motivos esenciales. En primer
lugar, puesto que se trata de una novela muy personal, y, por qué no decirlo,
muy delicada, quería tener un control absoluto sobre ella: sobre el diseño y la
manera de presentarla, sobre su «imagen pública», cosa que a veces no es fácil
de conseguir en el seno de una editorial.
De ahí que haya surgido Libros del Arga, un sello para publicar
novelas en formato digital.
Por
otra parte, si con novelas anteriores aspiraba a llegar a una minoría formada
sobre todo por otros escritores, con ésta lo que quiero es llegar a cuantos más
lectores mejor, llegar allí donde estén, cosa que, hoy en día, es mucho más
sencilla y sobre todo barata a través de la red. Además, quería dotar la novela
de un soporte digital, aportando imágenes complementarias en una web y dotándola
de una banda sonora para que el lector tenga una experiencia lo más parecida al
recuerdo tal como lo vive el narrador, y pueda sumergirse así por completo en la
trama, en ese regreso al pasado que es Ya
falta menos para ayer.
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Fotografía © Víctor P. de Óbanos