Seguramente sólo así se puede ejercer la poesía ahora, desde la distancia y el aislamiento más radicales. Daniel Aguirre encarna la figura del poeta emboscado como pocos en la actualidad. En tiempos de premios amañados, colectivos de ayuda mutua y poesía liviana y accesible, Aguirre opta por la esencia con una obra lenta, acendrada y sin concesiones.
En la década transcurrida entre la publicación en Lumen de Del fondo de la piel hasta la aparición de sombra de emboscado y Así extravíe el callejero en Amargord, Aguirre nos ha brindado traducciones canónicas de poetas como John Ashbery, Wallace Stevens o W.B. Yeats que sin duda han ido dejando poso en sus propios poemas.
La espera ha merecido la pena.
Cuento
agrandaron la huella de los lobos
ARNALDO CALVEYRA
Se extravió en humedal de anónima manada,
especie que lamía sin testigos
amanecer o sangre
circular. Entre la risa
distinguía el trago helado,
intemperie llamó al chico la nodriza.
Y si es atajo
todo el bosque, quién correrá
del escondite al árbol.
Se extravió veloz, canto en quebrada.
Qué esfuerzo de la curva
por ir jugando, por ir
sorteando rastro aún. Si tan sólo llegaba
el chico al sesgo,
ceguera de su padre desvelado.
Y si es atajo
todo el bosque, quién correrá
del escondite al árbol.
Como quien corre nuevo
monte, se extravió: y aquella brisa
de lobo a la escucha. Tanta sombra
devoraba su roca
que cumplió cómplices atardecer y tarde.
Y si es atajo
todo el bosque, quién correrá
del escondite al árbol.
Daniel Aguirre, sombra de emboscado
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