El niño perro
Eva Hornung
Eva Hornung
Traducción de Eduardo Iriarte
Salamandra, 2010
Más de un millón de niños vagabundos malviven en Rusia. Son críos abandonados o que huyen de sus casas y se refugian en sótanos, edificios deshabitados y estaciones de ferrocarril. Sobrevivir al hambre, a la violencia y, sobre todo, al extremo frío invernal es imposible si permanecen solos. En casos extremos, buscan la protección de animales callejeros, como los perros. Ese es el caso de Romochka, de cuatro años, el protagonista de El niño perro. Basada en un hecho real, la novela relata cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú, es acogido por una manada de perros. Romochka cruza así una frontera impensable: la que separa al hombre del animal, lo civilizado de lo salvaje. Mucho se ha escrito y filmado sobre niños que han sido criados por animales, desde la leyenda de Rómulo y Remo hasta películas como El pequeño salvaje, de François Truffaut. Pero la escritora australiana Eva Hornung relata por primera vez la experiencia desde el punto de vista del niño y no de los científicos que lo estudian. En los dos años que transcurren entre el abandono y la captura del pequeño Romochka se desarrolla la ficción. Hornung dota de lenguaje un tiempo sin palabras, el espacio oscuro de lo no-sabido. Si la Alicia de Carroll franqueó un espejo para pasar de un mundo a otro, a Romochka le bastan los ojos amarillos de un chucho callejero para adentrarse en lo desconocido. Hornung crea un mundo intermedio de hombres y animales en el que nada es ni lo uno ni lo otro. En ese espacio, previo a la captura de Romochka, radica la fuerza de la novela, que decae cuando da paso a la institución que acoge a niños de la calle y remonta con un final, violento y conmovedor, el umbral que deberá atravesar Romochka para volver a la "civilización".
Salamandra, 2010
Más de un millón de niños vagabundos malviven en Rusia. Son críos abandonados o que huyen de sus casas y se refugian en sótanos, edificios deshabitados y estaciones de ferrocarril. Sobrevivir al hambre, a la violencia y, sobre todo, al extremo frío invernal es imposible si permanecen solos. En casos extremos, buscan la protección de animales callejeros, como los perros. Ese es el caso de Romochka, de cuatro años, el protagonista de El niño perro. Basada en un hecho real, la novela relata cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú, es acogido por una manada de perros. Romochka cruza así una frontera impensable: la que separa al hombre del animal, lo civilizado de lo salvaje. Mucho se ha escrito y filmado sobre niños que han sido criados por animales, desde la leyenda de Rómulo y Remo hasta películas como El pequeño salvaje, de François Truffaut. Pero la escritora australiana Eva Hornung relata por primera vez la experiencia desde el punto de vista del niño y no de los científicos que lo estudian. En los dos años que transcurren entre el abandono y la captura del pequeño Romochka se desarrolla la ficción. Hornung dota de lenguaje un tiempo sin palabras, el espacio oscuro de lo no-sabido. Si la Alicia de Carroll franqueó un espejo para pasar de un mundo a otro, a Romochka le bastan los ojos amarillos de un chucho callejero para adentrarse en lo desconocido. Hornung crea un mundo intermedio de hombres y animales en el que nada es ni lo uno ni lo otro. En ese espacio, previo a la captura de Romochka, radica la fuerza de la novela, que decae cuando da paso a la institución que acoge a niños de la calle y remonta con un final, violento y conmovedor, el umbral que deberá atravesar Romochka para volver a la "civilización".
Nuria Barrios
El País
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