lunes, 15 de noviembre de 2010

Sin noticias de mamá


Un interesante artículo de Peioh Riaño en Público sobre la figura de la madre en la literarura, centrado en la novela El niño perro, de Eva Hornung.
Sin noticias de mamá
La novela retrata las reglas de un mundo implacable y solitario, en el que la figura de la madre está en peligro de extinción
PEIOH. RIAÑO
Las mujeres han acabado con el paraíso machista y ahora todos se encuentran en el mismo error.
Despierta cuando el frío y la oscuridad son los dueños de la noche. Alarga la mano y siente que su hijo todavía duerme a su lado. No hay nadie más. Ni se le espera. Son ellos dos, padre e hijo en medio de un paisaje arrasado por lo que parece haber sido un holocausto nuclear. En el arranque de La carretera (Mondadori) Cormac McCarthy señala lo que ya había subrayado años atrás en la trilogía Todos los hermosos caballos, En la frontera y Ciudades de la llanura: un mundo eminentemente solitario y masculino.
McCarthy hace de la épica drama obligando a sus personajes a aprender a ser héroes movidos por la supervivencia, en medio de un accidente necesario y fatal. La ausencia de la presencia femenina no hace de esos mundos algo mejor, como pasa en El niño perro, de la escritora australiana Eva Hornung, que acaba de publicar Salamandra.
Así como McCarthy dejó planteado en esos cuatro libros una defensa desesperada del individuo ante un entorno agresivo, Eva Hornung descubre a un Mowgli moscovita, que ha vivido entre perros callejeros desde los 4 años, abandonado por su madre, tratando de defenderse de una ciudad que no le aceptará jamás. También esta novela es implacable: no hay más salida que la extinción.
Una ausencia, una novela
Bajo la amenaza de ser castigado y encerrado en el armario, Horning lanza a su personaje a las calles después de que hayan pasado varios días y su madre haya desaparecido de la casa en la que viven. "Romochka se hallaba completamente solo", sitúa al protagonista, hasta que en el extrarradio, entre edificios abandonados y solares desangelados, la matriarca de una jauría de perros le encuentra. "No creo que las relaciones entre madres e hijos necesiten romperse en la literatura, pero es cierto que hasta la figura de la madre más dura y terrible de todas hace grande a una novela. De hecho, la ausencia de una madre es un relato en sí mismo", explica la autora a este periódico.
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Las intenciones de Hornung son evidentes: demostrar el salvajismo humano y el cariño animal, pero donde no es tan obvia es en la valentía con la que entra a describir la relación del niño con los perros y la ciudad. Sí, el niño es amamantado por la perra, muerde a sus hermanos, lame sus heridas y lucha con otra jauría para defender su territorio. La ferocidad humana huele peor que el hambre animal, a pesar de que contemos con el habla para dulcificar el bocado: "Los perros hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir. Los humanos también. Los perros se vuelven salvajes contra los forasteros y los humanos cuando la vida crece en desesperación. El salvajismo puede tomar muchas formas, como el lenguaje. La lengua puede ser tan salvaje como los dientes en sus efectos", cuenta Hornung.
Solo en un par de ocasiones la autora hace que su personaje recuerde a su madre, dando a entender que es prostituta, toxicómana y crea para él dos nuevas madres suplentes: una le da de comer las sobras del restaurante para el que trabaja, la otra es una psicóloga que quiere estudiar su caso. La primera le traiciona con la policía, la segunda no es más que una farsante.
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